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  • gorkadiez8

La buena música

Creo que es inevitable que el sitio de donde uno es o donde vive se cuele en las obras de escritores, músicos, pintores. Sorolla no se entiende sin Valencia. Y las templadas temperaturas, el mar, las palmeras o la gastronomía mediterránea de la Comunidad Valenciana asoman constantemente en Manuel Vicent, Rafael Chirbes, Blasco Ibáñez o Gabriel Miró. Madrid y Sabina son prácticamente sinónimos, aunque con el tiempo el de Úbeda haya abierto también las puertas de su creación a Latinoamérica. Niña Polaca y Carolina Durante son Madrid. Umbral era la vida social madrileña y en Luis García Montero están Granada y Madrid (“tú me llamas, amor, yo cojo un taxi”). Serrat y Marsé son Cataluña. Rosalía de Castro y Siniestro Total, Galicia. Nacho Vegas, Gijón.


Y sin Donostia, esa preciosa ciudad donde a menudo llueve y los paraguas parecen cobrar vida propia, no sé si serían posible ni los versos de Karmelo C. Iribarren ni las canciones de ese insustituible grupo, pionero del indie y del Donosti Sound, que fue La Buena Vida, el cual nos dejó un buen puñado de canciones entre el amor y la melancolía llenas de un lenguaje coloquial, cotidiano, cercano, tierno, sentimental (a veces igual tirando a cursi, vale, pero, ¿y qué?), de tardes de invierno y aburrimiento, de luces y dudas que entran por la ventana, de relaciones de pareja que se acaban o que empiezan, de soledad y de besos. Ahí están “Qué nos va a pasar”, “Desde hoy en adelante”, “La mitad de nuestras vidas”, “hh:mm:ss”, “Nada debería fallar” o “Un actor mexicano”.


Ojalá resuciten pronto a través Amateur, en cuyo disco de debut colaboraron otros ilustres donostiarras en cuya obra también asoma la ciudad como Diego Vasallo o Rafael Berrio. Aunque ya tenga que ser sin Pedro San Martín y, supongo, sin la evocadora voz de Irantzu.



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