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  • gorkadiez8

Con balas de juguete

En estos tiempos de tanto sabelotodo y de tanta autocensura, en los que hasta a los futbolistas, que en general nunca han sido unos intelectuales, ni tienen por qué serlo, se les exige que se pronuncien sobre la única verdad preestablecida en las redes del pensamiento único (ay, El País), me parece absolutamente reivindicable volver a escuchar un disco como el “Yo, mí, me, contigo” (1996), de JOAQUIN SABINA, quizá algo sobreproducido pero con mejores canciones que el tan venerado “19 días y quinientas noches”. Ya no solo porque en él está toda la literatura (metáforas, anáforas, enumeraciones, hipérboles, encabalgamientos, hipérbatos, paradojas), sino por ese afán contestatario, de mofarse de todo, incluso de uno mismo, y por su reivindicación de la vida con todas sus pasiones, placeres, desengaños, goces, sombras.


Empieza con “El rocanrol de los idiotas” (“yo le guiñaba un ojo a mi nariz / tú consolabas a tu soledad”) y acaba con otra joya, “Tan joven y tan viejo” (“por decir lo que pienso sin pensar lo que digo / más de un beso me dieron, y más de un bofetón”). Y entre medias está ese canto al amor no convencional, sin límites (violencia no hay, estimada musicóloga, la literatura es literatura) que es “Contigo”, a la que el propio cantautor contradice en su siguiente canción, “Jugar por jugar”: “Y jugar por jugar / sin tener que morir o matar”.


“Es mentira”, con tantos juegos de palabras, resulta cínica y divertida, Sabina en estado puro: “Es mentira que escribo las canciones / de amor pensando en ti. (…) Es mentira que dude de dudar / es mentira que más de cien mentiras / no digan la verdad”.


Su homenaje a Serrat, sin más patria que la mujer y lleno de ironía, vale también para describirle a él: “Harto ya de estar harto de las fronteras / va pidiendo escaleras para subir / de tu falda a tu blusa, tocar madera / tendría que estar prohibido un fulano así”.


De “Y sin embargo” ("y me envenenan los besos que voy dando (...) una palmera / en el museo de cera”) ya se ha escrito todo.


Hay mucha nostalgia en la lista de recuerdos de mujeres que el feminismo actual censuraría que es “Aves de paso” (“a las peligrosas rubias de bote / que en el relicario de sus escotes / perfumaron mi juventud”), aunque es un nuevo canto al amor, o a los amores.


Y “El capitán de su calle” refleja muy bien su espíritu de librepensador, tan cercano a Woody Allen, a Fernando Savater, a Manuel Vicent o a Carlos Boyero: “Porque no sabía vivir sin besar le llamaban todos picha brava / pero él besaba para recuperar los besos que le faltaban. (...) Aprendió todo lo que hay que olvidar / y se escapó de la escuela. / Y por llamarle tanto pan al pan / y al vino vino / la gente le pensaba mal (…) Pero a él le daba igual”.


Que a lo mejor sí que “la vida no es un bloc cuadriculado / sino una golondrina en movimiento”, y que “hacen falta cosquillas para serios / pensar despacio para andar deprisa”. Y, si queremos fusilar a los que no piensan como nosotros, que sea con balas de juguete.





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